La Jornada

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Ciudad de México. Creado como un acto político por Dr. Motte en 1989, Love Parade se inició en Berlín con unas 150 personas, pero en sus últimas versiones llegó a reunir hasta un millón y medio.

Marchamos para expresar paz y placer a través del baile, expresaba el Dj alemán.

Paz, alegría, amor, eran las palabras más sonadas para describir al primer rave en el que esas personas desfilaron y bailaron por la avenida Kurfürstendamm, en la capital alemana. Lo hicieron arriba de tres camiones; en las últimas ediciones usaron más de 50, todos con estruendoso sonido tecno.

La mayor y mejor fiesta del mundo, decían de ella los organizadores y participantes que llegaban de toda Alemania y gran parte de Europa. Asistían japoneses, españoles, franceses, italianos y daneses... muchísimos jóvenes de todos los rincones; eran pobres, de clase media y ricos; eran partícipes de esa interminable fiesta que se extendía a diversos foros y antros de la ciudad.

Todos querían ir porque era la representación del espíritu del nuevo milenio.

Con pelo pintado o cabeza a rape; desnudos o medio vestidos, con perforaciones y tatuajes en todas partes del cuerpo, y ataviados con ropa fosforescente y metálica, los fiesteros electrónicos bailaban desde las plataformas móviles o en la calle. La convocatoria era en nombre del amor. Todo se conjuntó para convertir esta reunión en un fenómeno social.

Todo acabó en Duisburgo

Hasta que en julio de 2010, en Duisburgo, donde se decidió trasladar el acto, todo acabó.

Una tragedia terminó con esta reunión casi utópica: una estampida humana mató a 21 personas e hirió a más de 650, algunas de gravedad. Las personas provenían de seis países y tenían entre 17 y 38 años. Al acto acudió casi el doble de asistentes del aforo permitido.

El pánico comenzó en el túnel de acceso, que había congregado a cientos de miles de personas